martes, noviembre 18, 2008

EL INSIGHT DEL AMOR…

Es un hecho que gran parte de las ideas publicitarias nacen del concepto amor, pareja, conquista, desamor (el perrito de Bridgestone, premio en Cannes), y eso pasa porque inevitablemente nuestras vidas giran en torno a los sentimientos y la atracción hacia el sexo opuesto. Pero es sano preguntarse si los publicistas hemos profitado más de lo necesario de esta necesidad primigenia de amar y ser amado o si hemos encontrado un insigh inagotable, que nos sirvió incluso para inventar la “cuchufleta del día de los enamorados”. Bueno, entonces es momento de preguntarnos, al margen de comerciales de chocolate, de detergentes que presentan a una mina que es feliz sólo porque “lavamax” deja más blanca la ropa, honestamente ¿qué es realmente el amor?

Best Seller de Best Sellers, el amor aún en esta época de extremo materialismo sigue siendo tema inagotable para la publicidad, la literatura y la música. Noticia del mundo farandulero y del otro, desgracia de quienes mueren o matan por él, ambición de aquellos que aspiran a alcanzarlo y autodestrucción de quienes lo padecen. Por lo menos así da cuenta la bella canción compuesta por el trovador cubano Pablo milanés, “eso que llaman amor, para vivir...”

Por el lado de la literatura, Eduardo Barrios, describe en forma magistral la sintomatología del amor, en su novela “El niño que enloqueció de amor” obra metafórica que coloca como portador del síndrome, al pequeño protagonista que sufre de un amor terminal por Angélica, cuestión que inevitablemente concluye con su trágica e inexplicable muerte.

El año 2005, el psicólogo clínico inglés Frank Talliss, de la clínica neurológica de King's College, nos devela el misterio al lanzar su libro: “Love Sick” (Mal de amor) que propone una tesis paradojal y provocativa: el amor es en realidad, la manifestación de una enfermedad mental para la cual no tenemos ninguna cura. Aclarando, o no el tema, lo interesante de su tesis es que pone en el tapete una verdad de la que muchos entendidos ya sospechaban.

Tallis, expresa su incredulidad frente a una patología que muchos pacientes han padecido siendo diagnosticados por médicos o psicólogos de depresión o ansiedad, cuando en realidad padecían de: enamoramiento.

El amor según nuestro amigo inglés, no es una manifestación racional, situándola dentro de lo absolutamente emocional e irracional que corresponde, a la necesidad primigenia del Homo Sapiens de resguardar la especie. Por tal motivo, indica, que su período de incubación se resume en sólo de dos a tres años, tiempo más que que suficiente para llevar a cabo el proceso reproductivo y el cuidado primario de la prole. Pasado este tiempo o se renuncia a beber diariamente el cáliz amargo del éxtasis en retirada, accediendo a un estado de sano compañerismo, o se pasa a la etapa de la infidelidad, cuadro que, según Talliss describe a seres evolucionados que han vencido la enfermedad y son capaces de vivir plenamente su sexualidad.

Es esperable y lógico que apoyar la tesis de Tallis provoque algunos “pruritos emocionales”. Pero creo legítimamente que su diagnóstico es verdaderamente acertado, o dicho en otro tono, lo más inteligente que he leído al respecto. Está experiencialmente comprobado que siempre es un alivio para los pacientes el conocer claramente su diagnóstico, en este caso, para muchos quienes han padecido de desengaños y fueron tratados de depresión, sufriendo en carne viva por quienes en realidad, nunca valieron realmente la pena.

Si revisamos la historia, el “mal de amor”, enamoramiento, “calentura” para muchos, ha resultado ser nefasto, incluso para pueblos enteros. Homero es uno de los primeros en narrar la tragedia humana que se esconde detrás de la acción de Paris, joven troyano que enferma de enamoramiento por Helena, esposa de Melenao y la rapta, el esposo, rey aqueo emprende una guerra de ultramar por recuperar a la infiel Helena, empresa que deja a la “Guerra de las Malvinas” relegada a un incidente menor. Para acortar el ejemplo, todos sufren, muchos mueren sin ni siquiera conocer a la susodicha (ni verle una pechuga, por lo menos), y como corolario, dos pueblos enteros son destruidos, devastados, aniquilados.

No menos interesante por lo sabio, resulta ser Sir William, quien en su obra “Los Amantes de Verona”, tiene la genial idea de matar a los protagonistas “post polvum” y de esta manera preservar al enamoramiento en el clímax de su consumación. Un “gentleman” como ya no quedan, Sir Williams no se hubiera rebajado jamás, a narrar por ejemplo el caso de un príncipe contemporáneo que le cuenta por teléfono a su amante que quiere ser un Tampax... (o será que los ingleses han extremado el uso del “placement”)

Otros han sido más caústicos como Ortega quien describe el síndrome como “un estado de imbecilidad transitorio”, o Jacinto Benavente: el amor es como Don Quijote, cuando recobra el juicio es para morir.

De acuerdo a estudios clínicos iniciados por Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, el “enamoramiento” corresponde al desencadenamiento a nivel cerebral de feniletilamina sustancia que actúa a nivel de neurotrasmisores que producen Dopamina, norepinefrina y oxiticina. Estos compuestos combinados dan lugar a los arrebatos sentimentales, en síntesis: hacen que los enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño. Nota al margen: el chocolate contiene abundante feniletilamina.

El problema sobreviene cuando la “droga del amor” se termina, ya que, como adelanté, su actividad perdura de 2 a 3 años, incluso a veces más, por el errado sentido que nos dice que aquello es eterno… pero para ser exactos, debemos admitir que al final la atracción bioquímica decae. La fase de atracción no dura para siempre. La pareja, entonces, se encuentra ante una dicotomía: separarse o habituarse a las manifestaciones más racionales de compañerismo, afecto, tolerancia y deseo de formar y criar a una familia. Pero esta si que es una empresa encomiable ya que siempre estará presente el tan humano egoísmo y entonces, seremos capaces de pisotear todo lo que amábamos y respetábamos sólo por conseguir más droga..., independientemente de detergentes, chocolates, perfumes, días “R”, “X” o “Z”



El amor es ciego, el matrimonio le devuelve la vista. Gran frase pero publicitariamente inviable.

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