martes, noviembre 18, 2008

HUEVOS CACAREADOS

Recuerdo que tiempo atrás un colega, a raíz de algunos logros que estaba consiguiendo en mi carrera profesional me cruzó con la siguiente frase “...mira, más importante que poner el huevo es cacarearlo”, atendiendo a que en mi gestión no importaba que tan bien lo hiciera, sino cuanto lo comunicara a mis superiores y a los líderes oportunistas de opinión.

Bueno como es mi naturaleza no seguí aquel consejo, ya que siempre he mantenido la convicción que los hechos hablan por si solos. Como corolario puedo contar que hoy él tiene mi puesto y se preocupa de cacarear sus huevos. Si bien es cierto esta experiencia me ha ha dejado un sabor amargo, no me arrepiento de mi proceder.

Vivimos al parecer en una sociedad que pone mucho énfasis en la forma y poco en el contenido. Nuestra farándula está llena de personajes que no cantan, no bailan, no actúan y que ni siquiera son simpáticos, pero destilan a los medios hasta sus intimidades más escabrosas, requisito único para que sean invitados permanentes a cuanto evento, programa o show televisivo se presente y llenen portadas de los diarios que se nutren de las banalidades. Lo cierto es que debo admitir que funciona, ya que recientemente hemos asistido a la elección de concejales donde incluso algunos de aquellos, sin ninguna muestra de alguna capacidad mínima para cumplir las metas que se avecinan, han sido elegidos para ocupar cargos públicos.

Ahora que estamos pasando por una gran crisis, no sólo económica sino cultural, intelectual y política, quizás es tiempo de preguntarnos, si nuestra conducta hacia la sobreexposición, en desmedro del producto es lo que realmente nos ha conducido al desastre.

La debacle económica partió de la llamada “Crisis SubPrime”, ¿que pasó?, los especuladores “cacarearon” las bondades del sistema de libre mercado más allá de sus capacidades y cuando los bancos aseguradores se dieron cuenta, “los huevos no alcanzaban ni para hacer media tortilla”.

Ejemplos hay muchos, desde la gestión edilicia de Joaquín Lavín en Las Condes que inauguró un estilo de amplio cacareo-medial, que lo llevó incluso a postular con gran éxito en la campaña por ocupar la máxima autoridad legislativa del país. Bomballet, que cacareó con gran entusiasmo los errores de sus pares en el fútbol profesional, y cuando se le dio la oportunidad de mostrar lo suyo, decepcionó por el tamaño y la producción de sus huevos...

Pero no todo ha sido fracaso, han existido grandes cacareadores. Gary Kildall, un oscuro genio de la industria del software creó en los albores de los 80´un sistema operativo capaz de servir de interfase entre el hombre y la máquina el CP/M, del cual Tim Paterson copió o simplemente transcribió al QDOS (de “quick and dirty operating system”), sistema que Microsoft, terminó vendiendo a IBM y que permitió al “Bueno de Bill”, sentar las bases de su imperio, quizás la cacareada más exitosa de la historia, a pesar del rotundo fracaso de Windows Vista, Microsoft sigue siendo el líder mundial en la venta de software. Kildall, falleció en 1994, sin que su hijo, el sistema operativo más difundido en el mundo, le reconociera.


Anoche asistí a un concierto, Joan Manuel Serrat, cantó con una guitarra, un pianista, un sonidista y un ayudante. Salíó de improviso saludó y comenzó a cantar sus canciones que fueron coreadas por un público respetuoso, nadie lo presentó, sólo salió a cantar, pero lo que logró fue realmente mágico, habló de su madre Angeles, hizo uso de sus acostumbrados “proverbios orientales” y me regaló una noche llena de talento, sabiduría y sencillez. Serrat no cacacarea, sólo canta, basta su presencia su voz y su calidad. No pude abstenerme de hacer la comparación con el cacareado show de Madonna con más 70 toneladas de equipamiento que debe ser transportado en 40 camiones. Intimamente me sentí bien de adherir al grupo de FaceBook, creado por mi amigo Rodrigo Menchaca: “Yo no voy a ver a Madonna, ni aunque me paguen”.

Los publicistas, somos los “cacareadores por excelencia”, es más lo somos de huevos ajenos y también padecemos del rol de anonimato, cuando voy al supermercado y veo productos con envases creados el largas noches de insomnio y que ahora contienen a marcas de reconocido prestigio, sólo tengo el consuelo de contarle a mis hijas que aquello “lo creó su papá” y su orgullo de verdad, vale la pena vivirlo.

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